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3 sept 2006

RBD


Rebeldía


Hace un tiempo y aun no sé porque lo tengo en la cabeza, vi en la televisión a Leo Zuckermann en el canal 13 diciendo que Chile había tenido una “dictadura exitosa”, afortunadamente una pendejada tan grande, tan evidente como esa tuvo que ser criticada por sus compañeros de programa casi de inmediato, sin embargo en su rostro aun se veía que la idea de que los más cinco mil muerto y de los más de diez mil torturados en aquella dictadura salvaje no importaban mientras la consecuencia fuera una inflación inferior a un digito y las inversiones extranjeras siguieran llegando, como si la economía valiera la muerte de tantos soñadores inconformes, de tantos rebeldes, como si los billetes pesaran más que el destello único de una alma.


Ahora y quizá lo más asqueroso de todo es que nos han dicho hasta lo que es rebeldía, se acabaron los días de James Dean, de la preparación de Nitroglicerina en tinas de baño y las peleas a muerte con gigantes que agitan los brazos para ser sustituidos por los días de pequeños júniores de corbatas desarregladas y mentes amaestradas que regalan amor enlatado que se coloca entre el pasillo de jardinería y el de cosas bonitas e inútiles en el Wallmart. Así es, ahora debes aguardar revolución por tu televisión y rezar para que el próximo Teleton sea ahora si para los más de cincuenta millones de pobres en este país en el que todos sabemos que las instituciones son una oxidada vergüenza andante y que el dinero es lo único que las aceita de vez en cuando para que los chicos de corbata no pasen mucho tiempo en el helado e incomodo torito o en los separos. ¿Para qué morir por algo, si puedes vivir por nada? Espera en tu casa, cúbrete bajo tu cama y llama por celular a Dios mientras el universo se derrumba a tu alrededor, al fin y al cabo ahí está papá gobierno y sus instituciones para salvarte y decirte que hacer. A pesar de que se supone que ya somos una país moderno.


Llegamos al tiempo del comentario tibio y hasta casi frívolo, al tiempo de “mejor que lo hagan ellas” al “¿Y yo por qué?”. Es fácil decir que las instituciones esto, las instituciones el otro y así deslindarnos de la responsabilidad de luchar hasta la muerte por lo que creemos, la responsabilidad de tomar un mazo y romper los cimientos podridos de la sociedad corrupta en la que vivimos, ya ni siquiera es una posibilidad, es una obligación irrevocable, porque la justicia no llega del cielo, se lucha todos los días por ella pensando que quizás se necesite sangre para los nuevos cimientos.

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